¿Cómo inculcarla?

 

Para empezar, el término disciplina, en el ámbito organizacional, se usa y se concibe de muy diversas maneras.

En primer lugar, como característica o atributo de las personas, que se etiquetan como mucho o poco “disciplinadas”.

Para los mandos, es un atributo muy deseable en sus equipos y colaboradores. Si son disciplinados, es un logro, producto de su buena gestión.

Por el contrario, la falta de ese atributo, de disciplina, en sus colaboradores, es una caraterística intrínseca a la persona, un defecto de determinadas personas, que como mánager deberá trabajar para corregir.

En segundo lugar, como característica o atributo propio, en este sentido hay dos concepciones opuestas:

  • Una primera que lo concibe como una falta de libertad, una barrera al libre albedrio, someterse a unas normas, a unas reglas.

Disciplina = falta de beneficio a corto plazo.

  • Una segunda acepción, la disciplina como un logro, la capacidad que una persona tiene de marcarse un objetivo, (aunque sólo sea el de la obediencia). Y tras el objetivo, diseñar y concretar unas acciones para conseguirlo. Finalmente, la capacidad de poner esas acciones en práctica, consolidando unos hábitos, para poder alcanzarlo.

Disciplina = beneficio a largo plazo.

Esta última manera de entender y poner en práctica la disciplina aporta múltiples ventajas:

  • Nos enseña lo fácil que es poner reglas, retos, intenciones,… y lo difícil que puede resultar cumplirlo
  • Se pueden corregir
    acciones, matizar expectativas y valorar resultados.
  • La satisfacción que produce el fruto del esfuerzo realizado, aumenta la autoestima.
  • Si somos capaces de ponernos a prueba, en primera persona, y logramos los objetivos marcados, ganamos determinación y nos legitima, para poder plantear y esperar de los demás determinados esfuerzos.

Reflexión: “cuán difícil debe ser aceptar procedimientos, consignas y normas planteadas por otros, si tanto nos cuesta ser disciplinados con lo que a nosotros mismos nos imponemos.”

Las nuevas generaciones, que han nacido integradas en el uso de nuevas tecnologías (nuevas para los “mayores”, no para ellos), han generado nuevos paradigmas (para nosotros, los senior”) de concebir el trabajo, la comunicación y las relaciones.

Sin embargo, sin disciplina se viviría en el caos. Como empleados, no nos gusta que nos impongan reglas, pautas, límites,… sin embargo, nosotros exigimos eso mismo a nuestros proveedores y colaboradores internos.

La disciplina organizacional, bien entendida, trabajada y compartida,  es garante de estabilidad y coherencia.

Debe empezar y acabar en uno mismo, demostrarse a través del ejemplo, y arraigar en un sistema coherente que promocione su puesta en práctica.

 

Alberto Arqued

Ceo & Founder sede21

 

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